Por Redacción - 30 Julio 2021
Durante no pocos años, la oficina cool se convirtió en la carta de presentación de las que querían posicionarse como las mejores empresas. Estas oficinas estaban llenas de incentivos para el personal, elementos extra que les hacían la vida más fácil y que les daban un toque moderno y desenfadado.
Las empresas usaban diseños espectaculares y llamativos en sus espacios de trabajo y los llenaban con bonus y servicios de todo tipo. Todo el mundo quería trabajar en esas empresas y todo el mundo soñaba con una de esas oficinas, hasta el punto que, cuando una compañía optaba por el postureo como camino para crear la ilusión de unas buenas condiciones de trabajo, ponía un futbolín en alguna esquina.
En realidad, las cosas ya no son exactamente así. Primero, las oficinas divertidas y muy cool se acabaron convirtiendo en el objetivo de las críticas. Las voces críticas señalaban que esos beneficios añadidos al espacio - como las salas de juego o la comida siempre disponible - hacían que los trabajadores nunca dejasen la oficina y que socializasen básicamente con sus compañeros. La compañía no tenía que obligarte a hacer horas extra o sacrificar tu tiempo de ocio: ya estabas allí haciendo jornadas maratonianas mientras ocupabas la oficina soñada, explicaban.
Al mismo tiempo, se había roto la ensoñación sobre cómo eran las empresas tecnológicas, que habían operado como la compañía soñada durante mucho tiempo y que habían asentado con ello su modelo de oficina. Su reputación se resintió por su impacto en la vida cotidiana de los ciudadanos, pero también su reputación de espacios idílicos para trabajar a medida que se iban filtrando cuestiones como las condiciones de trabajo de los moderadores e historias un tanto tóxicas.
Segundo, los cambios generacionales han cambiado también las expectativas de las plantillas. Los trabajadores de menos de 35 años ya no quieren mesas de futbolín o toboganes, ni clases de yoga y servicios de limpieza en seco en la oficina. Como explican en Fast Company partiendo de las conclusiones de un estudio de investigadores de las universidades de Kansas y Missouri, lo que quieren es que los valoren más y que los respeten.
Esto se convierte en un punto de partida para un dato sorprendente: lo que estos jóvenes trabajadores esperan es que sus jefes tengan más conocimientos y habilidades. Como señalan el medio estadounidense, lo que importa es que las empresas formen a sus plantillas en las cuestiones importantes.
Quieren que las empresas mejoren cómo sus gestores y jefes se comunican, para que lo hagan de una forma más respetuosa, y también que se preocupen y tengan herramientas para mejorar el bienestar de su plantilla. No quieren un tobogán: quieren que la empresa haya formado en cuestiones como comunicación, especialmente en la interpersonal, y relaciones a sus trabajadores senior. Por tanto, para captar talento y para mantenerlo, las compañías deben hacer un trabajo de formación continua en estas cuestiones.
La mayoría de los gestores, recuerdan, no han sido preparados de forma adecuada para ser jefes.
Pero lo cierto es que no solo deben educar a sus gestores, sino también a sus propios empleados. Como explica una experta en engagement de los empleados - y una de las responsables del estudio -, Danielle LaGree, al medio estadounidense, para fidelizar a la plantilla ya no vale con simplemente lanzar cosas llamativas y un tanto vacías. Los trabajadores quieren ser apreciados y quieren sentir que sus jefes los conocen.
Esto implica apreciar lo que hacen y su trabajo, pero también comprender sus ambiciones y sus intereses (y se podría señalar sus puntos débiles). Con esa información, sus jefes pueden ofrecer cambios y ayudarlos en su desarrollo. Se les puede cambiar de departamento o se les puede permitir formarse en esas áreas concretas. En resumen, no solo hay que formar a los jefes en ser buenos jefes, sino también a los empleados en lo que les apasiona dentro de la empresa.
El estudio analizaba la situación partiendo de una muestra de trabajadores de varios departamentos y áreas de empresas, pero lo cierto es que sus conclusiones parecen especialmente relevantes para el mundo del marketing, la publicidad y la comunicación.
Al fin y al cabo, estas industrias han tenido una trayectoria bastante nefasta en crear ambientes de trabajo favorables. Los trabajadores suelen acabar rápidamente quemados y tirar la toalla, mientras sus jefes se quejan de que no tienen el personal necesario y, sobre todo, que no encuentran perfiles con las habilidades y conocimientos que necesitan.
La pandemia solo ha quemado más a los marketeros, lo que hace que sea aún más importante que los gestores de las compañías comprendan qué deben hacer para que estén más a gusto en sus trabajos.