Por Redacción - 30 Junio 2016
Desde que el comercio electrónico hizo su irrupción, los artículos, los análisis y las opiniones de los jugadores de este mercado se han centrado de forma bastante recurrente en la relación que el comercio electrónico puede mantener y mantiene con el retail, al que, y esta es una idea igualmente recurrente, sustituye. Se han visto previsiones futuristas en las que no existen las tiendas físicas o se han lanzado quejas sobre cómo uno canibaliza al otro. El que unos estaban llamados a desaparecer fue una de las cuestiones que más se repitió en los principios del boom. Lo físico estaba llamado a quedarse obsoleto. Pero ¿lo estaba? ¿O era uno de los mitos, uno más, sobre el ecommerce?
La relación entre el retail y el ecommerce ha sido compleja, complicada y muchas veces digna de la lucha de varios archienemigos de un serial del mediodía, pero lo cierto es que la realidad, que también compleja y complicada, muestra unas cuestiones, unas pautas, que no siempre confirman los puntos de partida de esas batallas y las afirmaciones que las sostienen. Sobre la relación entre el ecommerce y el retail se han creado unos cuantos mitos.
Una de las acusaciones habituales que se le hace al comercio electrónico es que su existencia ha tenido un impacto directo sobre el mercado, añadiendo una elevada volatilidad en el sector. Muchas grandes cadenas de retail están teniendo serios problemas y están viendo como sus cifras de negocio se están desplomando, pero lo cierto es que unir esas circunstancias al ecommerce es demasiado simplista.
Por un lado, muchos de los casos de grandes nombres que han visto cómo sus números se desplomaban en los últimos trimestres no están tan ligados al impacto del ecommerce como más bien al hecho de que el mercado ha cambiado y no han logrado comprenderlo. Es lo que ocurre con marcas como Abercrombie, que han visto un desplome en sus números y una crisis de marca. La culpa no la ha tenido el ecommerce sino más bien el hecho de que no han logrado comprender a los millennials y el modo en el que sus gustos y hábitos han cambiado los hábitos de consumo. Son un ejemplo, pero no el único. Los millennials no quieren marcas como esas y no están dispuestos a gastar ciertas cantidades de dinero en determinados productos, lo que tiene un impacto en el retail. La ropa ha dejado de ser un elemento para marcar estatus, lo que los ha lastrado más que el comercio electrónico.
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